Antieditorial:
La inconveniente revocatoria de Peñalosa
El pasado 4 de enero
el diario El Espectador (único gran medio que no alaba sin parar al alcalde)
publicó un editorial acerca de la revocatoria de Peñalosa, allí se
plantean dudas sobre la conveniencia de la iniciativa y se plantea la pregunta: ¿No sería mejor seguir fomentando debates
frontales sobre los temas álgidos, pero sin obstaculizar por completo que se
ponga en marcha un plan para Bogotá? Acá mi antieditorial.
Se pregunta El Espectador si la Revocatoria de Peñalosa “¿De verdad es la mejor manera de
hacer oposición política?” La respuesta a esa pregunta es sencilla: No, no es
la mejor pero lamentablemente es la única. (Ver editorial)
El Espectador dedica buena parte de
su texto a comparar este proceso de revocatoria con el de Petro y si bien la
figura es la misma, los escenarios no pueden ser más distintos. La
administración pasada, nos guste o no, se caracterizó por su confrontación con
varios sectores muy poderosos (casi todos cercanos a Peñalosa) eso contribuyó a
que en la alcaldía de Petro abundarán los mecanismos de control político;
cada decisión, propuesta o comentario era sometido al más profundo escrutinio
por parte de los medios de comunicación y de los entes de control, mientras que
en la era Peñalosa todo es justificable.
Por ejemplo: la denuncia sobre los títulos falsos del alcalde sigue
acumulando polvo en la Fiscalía; la aplanadora peñalosista en el Concejo ha
llegado incluso a poner en peligro su propio pellejo para aprobarle al señor
alcalde prácticamente todos sus “sueños” y con la notable excepción de El
Espectador toda la gran prensa se ha reducido a un comité de aplausos, que
durante un año no ha hecho más que engavetar su profesionalismo para actuar
como relacionista público de la Alcaldía Mayor; entonces ¿son comparables los
escenarios?
La revocatoria no es el mejor método de control político, es un freno de
emergencia, un último recurso para detener a un mandatario que ha demostrado no
escuchar a nadie, ni siquiera al más amplio consenso científico, como en el
caso de la reserva Thomas van der Hammen. Tampoco puede
hablarse de revocatoria sin poner sobre el tapete el monumental conflicto de
intereses que enloda al alcalde y que dinamitó el eternamente postergado sueño
de arrancar la construcción del Metro
de Bogotá.
Peñalosa es una celebridad internacional y eso que muchos pintan como
garantía de alta gerencia, es por el contrario lo más cuestionable en su modelo
de ciudad. Quién ha edificado un exitosísimo proyecto personal promocionando a Transmilenio como el Santo Grial de la movilidad,
no puede ser quien decida cuál es la mejor opción de transporte; permitir que
un hombre cuyo nombre es sinónimo de buses articulados en todo el mundo, decida
sobre el futuro de la movilidad en Bogotá es condenar a la ciudad a un sistema
de transporte que, si bien le ha dado fama mundial a Peñalosa, ha demostrado ser insuficiente para
las necesidades de la ciudad. Cada lector que sufra a diario esa pesadilla
llamada Transmilenio estará de acuerdo en que no podemos seguir siendo el
conejillo de indias de los amigos del alcalde, Bogotá no necesita experimentos
geniales, necesita una red de metro pesado como la de cualquier ciudad normal
con nuestra población.
Revocar a Peñalosa no es la venganza de un sector político, es la prueba
de que la ciudadanía está cada vez más al tanto de lo que pasa con sus
gobernantes, es una muestra de que los jóvenes están abandonando esa
“pasteurización” política que tanto bien le hecho a los políticos
tradicionales, clientelistas y compradores de votos.
Revocar a Peñalosa no es
un sabotaje al gobierno, es más bien una oportunidad de oro para profundizar la
democracia y demostrarle a los superpoderosos de este país, que se necesita
mucho más una multimillonaria inversión en publicidad para convencer a los
bogotanos de que 2+2 son 5.
Al Garete - El pasado 4 de enero el diario El Espectador (único gran medio que no alaba sin parar al alcalde) publicó un editorial acerca de la revocatoria de ...
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